viernes, 28 de noviembre de 2014

El Catecismo del Pueblo




   "Bastaría el despertar de estos sentimientos que promueven las Cofradías entre esa masa popular, para ponderar su labor de catequesis con aquellas palabras atribuidas al santo Cardenal Spínola que afirman: "las Cofradías vienen a ser el Catecismo del pueblo", porque a través de nuestros "pasos" e insignias instruyen en los principios y misterios de nuestra fe católica, pero no solamente nos instruyen, sino que también nos edifican y nos hacen más creyentes, porque al ver la estampa viva y real del Dios Hombre cuanto más humilde y abnegado, más y más inicuamente befado y escarnecido en el infortunio y tortura de su Pasión, y al ver esas Vírgenes Dolorosas que propiamente lloran, desgarrada el alma por la pena y el dolor, ante el Crimen afrentoso que en la carne de su carne se va perpetrando, sentimos como más hondas y arraigadas nuestras creencias, y a través del amor, del dolor o del arrepentimiento, nos adentramos en el seno mismo de esa sacrosanta Pasión. De tal manera y tan intensa es la llamada que hace a nuestra fe ese Cristo devotísimo de la Buena Muerte, ese Crucificado del Amor que por amor a la humanidad muere y al morir, en prueba de ese amor, nos abre las puertas a vida eterna; ese Nazareno amoroso de Pasión que al mismo Martínez Montañés, parecía imposible que fuera obra de su gubia genial, porque más que humana tiene hechura divina; ese "paso" de la Quinta Angustia de tan sublime patetismo, donde vemos toda la majestad y omnipotencia del Hijo de Dios convertidas en el despojo de una humanidad vencida y derrotada, o ese otro de la Sagrada Mortaja, que nos presenta sobre el regazo de la Madre traspasada de dolor el cuerpo, yerto, lívido y acardenalado de su Hijo Divino ungido por las lágrimas de María Magdalena, que tenemos por seguro que hasta los impíos y descreídos, al ver esos "pasos" y a toda una ciudad agitada y conmovida en torno a ellos, habrán de sentir como turbado y al mismo tiempo iluminado por el brillo de sentimientos complejos y también de extrañas purísimas emociones, su innato espíritu religioso, y allá en el fondo insobornable de sus propias conciencias, y como un eco del pueblo deicida, tendrán que reconocer que ésa, la nuestra, la que así orgullosos pero reverentes exhibimos, es la única Religión verdadera y que esos Cristos que en nuestros "pasos" agonizan en la Cruz, imagen cierta son de aquel otro, Hijo de Dios, que en la Cruz se dejó inmolar por salvar y redimir a toda la humanidad."

Miguel García Bravo Ferrer


Foto: Ramón Morales Reyes

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