jueves, 25 de septiembre de 2014

Silencio Pueblo Cristiano

   

   Al abrirse las puertas de San Antonio Abad, Manuel Centeno cantó a la Cruz de Guía del Silencio la saeta eterna “Silencio Pueblo Cristiano”.

Silencio pueblo cristiano,
Aquí tenéis al redentor
Con esa cruz tan pesada,
Redimiendo al pecador
Con los tormentos que le daba.






 Su voz quedó grabada con el sonido antiguo e intemporal, en los surcos de los discos de pizarras, tantas veces reproducidos en la sintonía del programa Saeta, primero en Radio España, posteriormente en Radio Vida y por último en la COPE, así desde 1955.
   

   Manuel Jiménez Centeno, conocido como “el emperador de la saeta” nación en Cartagena (Murcia), y fue un destacado cantor y saetero, siendo muy solicitado en las procesiones de la Semana Santa de Sevilla.





   “Silencio Pueblo Cristiano” fue cantada por primera vez en 1926, esta saeta forma parte de la memoria colectiva de la Semana Santa de Sevilla. 

domingo, 21 de septiembre de 2014

Penas del barrio de San Vicente





Los Dolores y las Penas
se mezclan entre la gente
en las calles nazarenas
del barrio de San Vicente.
Bajo el peso del Madero
Cristo cae en la dura tierra...
y hay un dolor que se encierra
bajo un palio y un lucero


Rafale Belmonte García







sábado, 20 de septiembre de 2014

Por San Gonzalo




   Por San Gonzalo se reúne el Sanedrín. “Conviene que un hombre muera por el pueblo”. Y es que el fin justifica los medios y valen el atropello y las bofetadas. ¡Cuánto Caifás ante tanto inocente maltratado, ante tanto Jesús del Soberano Poder! ¡Cuánta cercanía en el sentimiento de la Virgen de la Salud!



Ignacio Montaño Jiménez





Foto: Ramón Morales Reyes

viernes, 19 de septiembre de 2014

El paso de la Amargura




   En torno al paso de la Amargura esta anudado el de la infancia de alguien nacido en la calle Regina, bautizado en San Juan de la Palma y presentado a Ella; que ya intentaba decir ese nombre cuando aun ni podía pronunciarlo, ni podía imaginar cuanto pesaba. Alguien que pone los nombres de sus muertos, como una ofrenda, a los pies de esta Virgen iluminada por la más trágica luz de candelería, que rechaza el consuelo de San Juan, enloquecida por un dolor que ignora la gloria del tercer día y se ahoga en el llanto absoluto de su Amargura. Por eso las lágrimas de quienes lloran a los suyos son las mismas que las de esta Virgen que toca el fondo más negro del dolor sin esperanza. Ni la admiración que suscita, ni el ajuar espléndido del que su hermandad la ha rodeado a lo largo de tres siglos, ni las oraciones, ni el amor de sus hijas de la Cruz, nada puede consolarla y hacerla callar, para que no siga repitiendo, cada Domingo de Ramos, las palabras de Rut escritas en su capilla: " No me llaméis Noemí, esto es, hermosa, sino Mara, esto es, amarga, porque el Todopoderoso me ha llenado de amargura. Llena me marché, y el Señor me trae vacía. No me llaméis Noemí, porque el Señor me afligió, el Todopoderoso me maltrató." Sevilla, que esta noche ha tenido el coraje de llamar Amor a la muerte, reconoce en esta Madre del Gran Dolor a la mujer amarga, vacía afligida, amarga, que sufre el su carne el desgarro de la pérdida del Hijo que le fue anunciado, entre bendiciones al parecer olvidadas. Por eso, de entre todas las dolorosas, coronó de oro la primera su tremenda e inconsolable amargura.



Carlos Colón







Foto: Ramón Morales Reyes




martes, 16 de septiembre de 2014

La Sombra de Barrabás



"Porque asombra, Señor, que, vistas las cosas, después de dos mil años, en ciertos lugares siguen vitoreando a Barrabás, al que salvan de cualquier castigo y al que entronizan como héroe popular. Por cada Barrabás que coronan, aquí muere un cristiano. Y tanta muerte harta de tal manera que la ira se apodera de nosotros y nos conduce a donde no queremos ir. Quinientos judas sevillanos han preferido a Barrabás y cuando eso ocurre en una tierra hastiada de poner la otra mejilla, uno se pregunta si hay que dejarse llevar por la furia o hay que seguir manejando inútilmente la templanza y la espera de tiempos mejores. Yo no lo sé, pero me malicio que quienes tienen que saberlo, tampoco lo saben."


Carlos Herrera



sábado, 13 de septiembre de 2014

Aunque fuera un tronco seco





Aunque fuera un tronco seco,
deforme, oscuro, podrido,
ese leño dolorido
de tu rostro nazareno.
Aunque nada humano al menos
quedara ya en la madera,
ni tus ojos parecieran
capaces de tu mirada,
ni la llaga descarnada
de tus manos, manos fuera;
ni las espinas hirieran
tu sien de miel traspasada;
aunque ya no hubiera nada
de misterio o de dolor,
ni de hombre ni de Dios
en el leño de tu cara,
en lo poco que quedara
vendría a rezarte también
mi Señor del Gran Poder
carne de Dios Sevillana.

José María Rubio y Rubio



viernes, 12 de septiembre de 2014

Otras obras de arte de la Semana Santa




      Pero el arte en la Semana Santa no se limita a la Imaginería o a las artes figurativas. Hay otras obras de arte, efímeras, que son capaces de tocar el corazón del sevillano y hacer vibrar en él las fibras de la más exquisita sensibilidad hasta herir gozosamente lo más profundo del alma. Es el caso de la buena música procesional o del trabajo de capataces y costaleros, elevado por la sabiduría popular a la categoría del arte, “el arte de llevar los pasos”.
  

 Ignacio José Pérez Franco 





martes, 9 de septiembre de 2014

... Y el tercer palio




   ...Y el tercer palio, el mío, también aguarda la espera. Mi virgen es pequeña, está demasiado pendiente del momento que tendrá que salir detrás de Su Hijo. Pasará toda la noche siguiendo los pasos del fruto de su Vientre, desapercibida una Madrugada más, como lo está todo el año, cumpliendo con Su Evangélico papel secundario. Pero siempre estará, en la Madrugada, acogiendo con Su Manto las almas de los que Lo vieron pasar caminando y no pudieron seguirle; durante el año en su Camarín, al que siempre podremos acudir, desviando la mirada, cuando no nos atrevamos a mirarlo de frente, porque le hayamos ofendido otra vez. Es mi virgen del Mayor dolor, la más discreta, la que siempre ha estado con los Suyos desde el lejano día que se fundó la Hermandad del Traspaso en torno a Ella, la que siempre nos acompañó en la Estación de Penitencia. ¡Mujeres de Jerusalén!, no lloréis por mí, hacedlo por mi Madre y no la dejéis sola (Lc. 23, 28).





Enrique Esquivias de la Cruz








lunes, 8 de septiembre de 2014

La suprema lección de Rafael Franco



Todas las artes y artesanías populares se combinan en la Semana Santa. Y arte crearon los costaleros del muelle, con su ropa hecha con los sacos que descargaban, con los cobertores viejos del hambre y la tuberculosis de los corrales de vecinos. Y los capataces. El mismo Dios de San Lorenzo fue para Manolo Bejarano como un Hijo, al que amorosamente lo enseñó a andar con su humanísimo paso racheado.

Pero no se trata sólo de un tesoro cultural, un patrimonio artístico, una reliquia etnográfica. Aun siendo todo eso, y más, no se entiende si no lleva el pellizco a lo divino de la fe, como las espinacas de vigilia no se entienden si no llevan sus garbanzos o las tortillitas sin bacalao, el pez cofradiero por excelencia, al que Sevilla le dedicó hasta una calle: la Cuesta del Bacalao... Bacalao que da nombre hasta al estandarte de las hermandades.
Una suprema lección de este sentido de la fe según la religiosidad popular sin el que no se entiende la fiesta me lo dio el maestro de capataces Rafael Franco Rojas, en un curso que organizamos en la Casa de Pilatos para la Universidad Menéndez Pelayo como "Homenaje a la Semana Santa". Reunimos en una mesa redonda a cuatro legendarios maestros del martillo: Rafael Franco, El Penitente, Rafael Ariza y Manolo Bejarano. Hablaron de los modos de andar los pasos, de escuelas y dinastías, de estilos de mandar y llamar. Y se me ocurrió la niñatada de proponer a Rafael Franco que, como demostración, diera allí las voces de su llamada en las levantás. Muy serio, tan señor como mandaba a su cuadrilla de Los Ratones, el difunto Rafael Franco me dio la mejor lección del imprescindible sentido religioso de la Semana Santa, cuando me dijo:

--- No, mire usted, hacer como que se llama a un paso, aquí, sin haber ninguno delante, sin llevar a ningún Cristo ni a ninguna Virgen, es un paripé, y la Semana Santa será lo que usted quiera, pero nunca es ningún paripé...

Antonio Burgos







domingo, 7 de septiembre de 2014

Quien no ha sufrido nada tiene que enseñarnos


   "Si no hay Cruz no hay sendero para seguir, no hay camino.Nos forjamos en la Cruz nos vamos haciendo en Ella, hasta tal punto que como decían los Padres Antiguos de la Iglesia, quien no ha sufrido nada tiene que enseñarnos."


Francisco Berjano Arenado




El pueblo de Sevilla con sus cofradías



   "El pueblo de Sevilla con sus cofradías y, éstas, con su gente. Y cuando hablo del pueblo me refiero a aquel pueblo sabio que conoce, porque lo aprendió desde la cuna, a lo que va y lo que espera y no confunde, con otra cosa, la celebración de la Semana Santa que vive intensamente la ciudad."


Ignacio José Pérez Franco



sábado, 6 de septiembre de 2014

Con la cruz al hombro



   Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.



Mateo 16:24




viernes, 5 de septiembre de 2014

Penitentes



"Y se hará el silencio en Sevilla. Y se escuchará crepitar el ruán, y arder la cera, y acariciarse el asfalto. La calle será una bóveda y la noche una selva muda y se podrá escuchar la memoria de cada uno. Volveremos a soñar porque volveremos a callar."

Carlos Herrera




jueves, 4 de septiembre de 2014

Calvario




   "Tras Ella, El Cristo del Calvario, grave, sereno, impresionante y lívido. Muerto en la Cruz, y como forjado con lirios y jazmines, sobre el mármol violeta de la madrugada única, y siempre soñado por las esquinas de un amanecer inolvidable."

Antonio Rodriguez Buzón











miércoles, 3 de septiembre de 2014

Redención




Salvación del género humano llevada a cabo por la pasión y muerte de Jesús. 







    • Ef 1, 3-7: Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales, en los cielos, en Cristo; por cuanto nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor; eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad,  para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado. En él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los delitos, según la riqueza de su gracia...
La Redención es una obra querida y prevista por Dios desde toda la eternidad.

martes, 2 de septiembre de 2014

Allí está El Señor

Allí está El Señor.
Basta con ese nombre.
Todos sabemos qué Señor es el Señor.
El Señor llamamos al Rey los que creemos en la Institución Monárquica.
El Señor llamamos al Señor los que creemos que es el Rey de la Creación, el que hizo la maravilla de este señorío suyo que es la ciudad.
Dios existe porque yo voy a San Lorenzo y entro a verlo cada vez que paso por allí cerca.
El Señor Dios de los ejércitos de gorriones que cantan en los árboles de la plaza al atardecer, de las voces de seises de los niños que juegan y corretean entre sus bancos.
Hubo un hombre enviado por Dios para que nos dejara su verdadero retrato en Sevilla. Su nombre era Juan. Juan de Mesa.
Las mejores cinco vías para demostrar la existencia de Dios de Santo Tomás son estas cinco vías de Sevilla que nos taren hasta su Señor: Conde de Barajas, Eslava, Juan Rabadán, Cardenal Spínola y Santa Clara.
Entras a ver al Señor y bajo la cúpula de su basílica te sientes como dentro de la bola del mundo que creó. Si abriésemos por el ecuador, en dos mitades, la bola del mundo que lleva en la mano el Santo Rey Conquistador, seguro que una de esas dos medias esferas era este templo del Señor.
Hablan de la Tierra de María Santísima. Que es Sevilla. Lo que no se dice tanto, y aquí lo proclamo, es que Sevilla es la Tierra del Hijo de María Santísima, que está en San Lorenzo y sale el Viernes de Madrugada, cuando suenan las campanadas del reloj de la torre de la parroquia, y en la noche Dios vuelve de nuevo a crear la Luz. La luz de la cera color tiniebla.
Las tinieblas de la noche del Viernes Santo son las de su cera ardida.
Toda esta ciudad es la Tierra del Señor. La Sevilla del Señor.
El Señor de la zancada, cargando la suerte de su Muerte para salvarnos.
Ese Señor de la vieja lámina enmarcada que preside un puesto del Mercado de la calle Feria.
Ese Señor de la medalla de Hermandad que un abuelo, un padre, un tío, llevó colgada a su cuello de nazareno tantas madrugadas, y que ahora parece que sigue rezando por ellos desde la esquina del cabecero de la cama del que penden con su cordón morado.
Ese Señor del viejo recordatorio de una función principal metida debajo del cristal de la mesilla de noche.
El Señor de la estampa con la túnica blanca, ¿o no era blanca, que le quitaron la color los besos que le dieron, como también los labios venerantes le pusieron blanca su Divina Mano?
Ese Señor de las estampas puestas en la cabecera de las camas del Hospital Virgen del Rocío, del Macarena, de Valme.
Ese Señor de la medalla de oro que me regaló mi abuelo cuando me sacó de pila como padrino y que al dorso tiene grabada la fecha en que vine al mundo que El creó, que se llama Sevilla.
Ese Señor del retablo de las maravillas de las maravillas de miles de retablos cerámicos, con su tejaroz y sus dos farolitos, en tantas terrazas de Los Remedios, en tantos pisos de La Rochelambert, en tantos chalés del Aljarafe, en tantos adosados de Sevilla Este, en tantas casas de pueblo, sobre la blancura de la cal de un viejo muro.
Ese Señor del almanaque de la tienda de comestibles, del taller del electricista del barrio, del corredor de seguros.
Ese Señor pintado con tanto amor como poca destreza en el friso de asuntos sevillanos del interior de una caseta de Feria.
Ese Señor que contempla con su cruz a cuestas las casas que se desmontaron tras la muerte de sus dueños y que lo mandaron, en un marco de falso carey, a los cachivaches y hierros viejos de un puesto del Jueves en la Plaza de los Carros.
Ese Señor de los nazarenos negros del escaparate de La Campana.
Ese Señor del estandarte morado en la procesión del Corpus, que lo ves en la mañana de chaquetas blancas y abanicos y parece que no ha pasado el tiempo, que otra vez lo estás contemplando en la calle Almirantazgo, bajando hacia el Arco del Postigo.
Ese señor de los vencejos del amanecer en la Plaza del Museo.
Ese Señor del antiguo recorrido de la vuelta, por la calle Francos, por El Salvador, el que pasaba ante la Rampla donde todos somos niños que volvemos a estrenar los zapatitos nuevos del Domingo de Ramos.
Ese Señor del besamanos del Domingo de Ramos, ese paño blanco que le pasa por las manos un hermano que no puede aguantar las lágrimas al oír lo que le piden, lo que le agradecen lo que le suplican, a viva voz, porque El oye, las madres, las abuelas, las novias de Sevilla.
El Señor que en su paso del Viernes Santo no es que parezca que anda, es que anda, como cuando fue sobre la mar del verso del sevillano Machado, que seguro que lo vio caminar sobre la mar de gorrillas y sombreros de ala ancha que ahora permanecen en las viejas fotografías de una entrada en San Lorenzo.
El Señor de los arqueros finos de las saetas que se entrecruzan cuando sale, todas a un tiempo, como flechas que hieren y por las que se desangra el largo quejío del cante hecho oración.
El Señor pintado en el país de los abanicos del escaparate de Casa Rubio, pericones del alma de Sevilla.
El Señor bordado en las sedas de un capote de paseo que luego extienden sobre los ladrillos de una primera fila de barrera.
El Señor del viejo cine mudo, del Movietone Fox, del No-Do, de "Vía Dolorosa", Dios en 35 milímetros.
El Señor que llega a la soledad de la casa de los abuelos impedidos en la Madrugada, por la televisión que lo está dando desde La Campana.
El Señor grabado sobre el mármol de las lápidas del cementerio.
El Señor del viejo librito de la Novena con los textos de Fray Diego de Cádiz.
El Señor de los señores de la Hermandad del Señor.
El Señor de Sevilla en la Sevilla del Señor.
Es absolutamente innecesario que diga que estoy hablando del Gran Poder.

Antonio Burgos