viernes, 19 de septiembre de 2014

El paso de la Amargura




   En torno al paso de la Amargura esta anudado el de la infancia de alguien nacido en la calle Regina, bautizado en San Juan de la Palma y presentado a Ella; que ya intentaba decir ese nombre cuando aun ni podía pronunciarlo, ni podía imaginar cuanto pesaba. Alguien que pone los nombres de sus muertos, como una ofrenda, a los pies de esta Virgen iluminada por la más trágica luz de candelería, que rechaza el consuelo de San Juan, enloquecida por un dolor que ignora la gloria del tercer día y se ahoga en el llanto absoluto de su Amargura. Por eso las lágrimas de quienes lloran a los suyos son las mismas que las de esta Virgen que toca el fondo más negro del dolor sin esperanza. Ni la admiración que suscita, ni el ajuar espléndido del que su hermandad la ha rodeado a lo largo de tres siglos, ni las oraciones, ni el amor de sus hijas de la Cruz, nada puede consolarla y hacerla callar, para que no siga repitiendo, cada Domingo de Ramos, las palabras de Rut escritas en su capilla: " No me llaméis Noemí, esto es, hermosa, sino Mara, esto es, amarga, porque el Todopoderoso me ha llenado de amargura. Llena me marché, y el Señor me trae vacía. No me llaméis Noemí, porque el Señor me afligió, el Todopoderoso me maltrató." Sevilla, que esta noche ha tenido el coraje de llamar Amor a la muerte, reconoce en esta Madre del Gran Dolor a la mujer amarga, vacía afligida, amarga, que sufre el su carne el desgarro de la pérdida del Hijo que le fue anunciado, entre bendiciones al parecer olvidadas. Por eso, de entre todas las dolorosas, coronó de oro la primera su tremenda e inconsolable amargura.



Carlos Colón







Foto: Ramón Morales Reyes




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